Escribo con lápiz, como los niños pequeños, aunque en ocasiones ideas más densas; sin menospreciar la seriedad de las palabras infantiles. Para rectificar, dada la alta probabilidad de cometer errores. Para emborronar con el dedo lo que me avergüenza. Para poder dibujar a la vez. Pero por encima de todo, para no dejarme nada en el tintero.
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