martes, 30 de noviembre de 2010

Bú!


No sé qué se puede esperar de una persona que todavía se tapa los ojos en la cueva del terror más cutre de la ciudad. Nino Quincampoix estará decepcionado.


martes, 23 de noviembre de 2010

Dictado

Debo ser tan guapa, irresistible,
y a la vez ser tan humilde, tan abstracta, tan profunda,

que resulte interesante.

Debo hacer inventario de mis puedos.
Debo controlarme y estar callada.
Escuchar atentamente, a quien no escucha ni siquiera cuando habla.

Y debo aprender a quedarme.
Después de tanto esfuerzo, no salir corriendo.

Canta Zahara.
Escribo yo.
Dicta el superyó.


martes, 16 de noviembre de 2010

Y punto.


La Asociación de Damnificados por los Puntos Suspensivos cuenta cada día con más adeptos. Ellos saben que en los tiempos que corren las perdices vuelan alto, pero reclaman su derecho a narrar historias con un final. Ni perdiz, ni lombriz, pero que se recupere el valor ancestral del punto, así, sólo, sin alicientes, y no necesariamente seguido de un dominio internáutico. Porque todavía recuerdan lo que muchos dejaron olvidado en la infancia: si describes que un cuento consta únicamente de un planteamiento y un nudo, te suspenden el examen.




sábado, 13 de noviembre de 2010

En el clavo

Una debe conocer cuáles son sus talentos y hasta dónde llegan sus límites. Y lo mío no es la carpintería. Siempre que me acerco a los clavos termino haciéndome daño. Ante esta situación, muchos se cobijan en Jesús, que tiene fama de trabajar bien la madera. No es mi opción. En fin, siempre me quedará Pablito.





viernes, 12 de noviembre de 2010

Inocencia


Qué ternura. Mi amor, mientras tú soñabas con la revolución de la minifalda, yo estaba merendándome el pecado original.



lunes, 8 de noviembre de 2010

Minimalismo cómico


Una profesora que tuve decía: "La sociedad nos exige ser dioses. No perfectos, dioses". Y tenía razón. Bien poniéndose de puntillas o agachándose un poco, siempre hay que estar a la altura de las circunstancias. No hay que sobresalir, porque entonces uno es un pedante, ni quedar demasiado bajo, porque entonces se es patético. El punto medio, ese tan difícil de encontrar. Como las circunstancias son cambiantes, evolucionan, nosotros que somos inteligentes tenemos que adaptarnos a ellas, y desarrollamos varios "yo". Enseñamos a los demás el "yo" que corresponde en cada momento a través de los gestos, las palabras, las ideas que expresamos...pero sobre todo gracias a nuestro vestuario, al fin y al cabo es una fuerte arma en una primera impresión. El yo seductor, calza tacón de aguja. El responsable, traje y corbata. El familiar, camisetas viejas. El trabajador, uniforme manchado. El saludable, mallas ajustadas. El hipocrático, una bata blanca. Sin embargo, hay una prenda que nunca utilizamos. Es pequeña, es sencilla, cabría en cualquier bolso e incluso en el bolsillo de una chaqueta. Pero la olvidamos. Algunos ni tan siquiera la poseen. Los escépticos dudan de su existencia. Los pragmáticos afirman que no tiene utilidad alguna. Pero en el fondo, esta actitud es justificada. Si la sociedad no nos exige un yo divertido, ¿para qué vestir una nariz de payaso?