miércoles, 6 de enero de 2010

Quiero ser una ignorante


Eso de que los ignorantes son más felices habría que matizarlo. "Claro, como no conocen ni se preocupan por conocer, sus aspiraciones no van más allá de las necesidades terrenales, y no se plantean avanzar. Son felices tal y como están" - dicen los eruditos. Vamos, que no se comen el tarro. Quizás los pedantes deberían comérselo un poco menos, especialmente en lo que respecta a los problemas de los demás, la descripción de sus comportamientos y su observación; me recuerdan a los científicos de antaño tomando anotaciones ante la jaula de los primates. Tal vez debieran coger un espejo y observarse a sí mismos. Igual así se darían cuenta de que ellos son lo que no conocen nada. Pienso que ya lo hicieron una vez, pero les dio tanto miedo aquello que vieron, que decidieron que hablando de los demás desviarían la atención de su vacío interior. Porque quienes se jactan de saber más, son quienes menos se miran a sí mismos, quienes tienen más crisis existenciales y se repudian. Los "ignorantes" que ellos dicen, son más dichosos porque al menos muchos se quieren a sí mismos. Ah, pero es que eso de aceptarse y ser feliz es de simples. Es que eso de estar contento con lo que se tiene es banal. Es que lo que hay que hacer es vivir enternamente insatisfecho, torturado y convertir la propia existencia en un melodrama sin fin. Siempre buscando algo más, siempre luchando por ser mejor y por lo inalcanzable. Lo más paradójico de todo es que la tortuosa búsqueda de las personas complicadas tiene como meta, supuestamente utópica, la felicidad. Y digo yo, ¿quiénes son los verdaderos ignorantes?