miércoles, 20 de julio de 2011

La caja y el sastre

Durante la breve trayectoria que llevo recorrida hacia eso de ser humano o intentarlo al menos, puedo hacer una afirmación, eso sí, en categoría de borrador, pues ya se sabe que con la experiencia todos tendemos a retractarnos. Las cajas han marcado y marcan mi existencia. Todo lo importante o con mayúsculas se encuentra recogido en una caja. En ocasiones, momentos que necesitan del contacto para ser evocados. Algunas veces, una misma, en una caja pequeñita, reducida a la fuerza por el qué pasará. Otras (y esto ha sido contrastado con las cajas de diversas personas), aquello que está en el limbo entre el no quiero olvidar y el ahora no puedo recordar, la cual debe ser abierta progresivamente para no convertirse en la de Pandora. Y también están mis preferidas, las cajas de regalo, que contienen un trocito del emisor envuelto y decorado para el disfrute del destinatario. Con todo, no puede faltar una pequeña postada, pese a tratarse de una teoría redactada a lápiz. Tal y como sentencia una de mis canciones favoritas, nunca, pero nunca, dejes que nadie te meta en una caja.


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