domingo, 26 de septiembre de 2010

El Rey Solito


Competir es la base de nuestro sistema. Luchamos por ser los más guapos, los más listos, los más delgados, los más creativos, los más sociables, los más ricos, los mejores en nuestro trabajo, en nuestra vida familiar, en nuestra faceta sentimental...y todo esto siendo los más serenos, los más estables emocionalmente y los más comedidos. Imposible. Competimos sabiendo que la cima está lejos, que es inalcanzable, que siempre habrá alguien "más..." que nosotros. Y aún teniendo este conocimiento, no cesamos en nuestra búsqueda de la perfección, de la autenticidad, del alejamiento de la mediocridad. El ser humano es un animal bobo, pues teniendo claro que no conseguirá alcanzar sus objetivos sigue persiguiéndolos de forma incansable, dejando todas esas pequeñas e insignificantes señales en el camino, sin darse cuenta que prestándoles atención llegaría realmente a la felicidad. Sin reparar en que desistiendo en su empeño por conseguir la veneración de los demás accedería a ese máximo estatus que sólo unos pocos logran: querer lo que se tiene. No obstante, ¿para qué aplicar la lección pudiendo desear durante toda la vida la soledad de los genios?



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