Circula por ahí el rumor de que las relaciones, temidas ya de entrada por aproximadamente dos tercios de la población, alcanzan su punto álgido de peligrosidad cuando adquieren la categoría de "a distancia". Aún así existe un argumento para tranquilizar a los alarmistas: nos encanta complicarnos la vida. Por ello, pese a que pueda existir una separación considerable entre dos ciudades o países, en muchas ocasiones se encuentran más lejos dos personas que conviven en el mismo barrio, en la misma casa, e incluso (lo cual es tan frecuente como triste) en la misma cama.
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