lunes, 8 de noviembre de 2010

Minimalismo cómico


Una profesora que tuve decía: "La sociedad nos exige ser dioses. No perfectos, dioses". Y tenía razón. Bien poniéndose de puntillas o agachándose un poco, siempre hay que estar a la altura de las circunstancias. No hay que sobresalir, porque entonces uno es un pedante, ni quedar demasiado bajo, porque entonces se es patético. El punto medio, ese tan difícil de encontrar. Como las circunstancias son cambiantes, evolucionan, nosotros que somos inteligentes tenemos que adaptarnos a ellas, y desarrollamos varios "yo". Enseñamos a los demás el "yo" que corresponde en cada momento a través de los gestos, las palabras, las ideas que expresamos...pero sobre todo gracias a nuestro vestuario, al fin y al cabo es una fuerte arma en una primera impresión. El yo seductor, calza tacón de aguja. El responsable, traje y corbata. El familiar, camisetas viejas. El trabajador, uniforme manchado. El saludable, mallas ajustadas. El hipocrático, una bata blanca. Sin embargo, hay una prenda que nunca utilizamos. Es pequeña, es sencilla, cabría en cualquier bolso e incluso en el bolsillo de una chaqueta. Pero la olvidamos. Algunos ni tan siquiera la poseen. Los escépticos dudan de su existencia. Los pragmáticos afirman que no tiene utilidad alguna. Pero en el fondo, esta actitud es justificada. Si la sociedad no nos exige un yo divertido, ¿para qué vestir una nariz de payaso?



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