jueves, 12 de agosto de 2010

Desde la cima, con amor.


Tus delirios de grandeza se han atado a la raíz de tu cabello como un hilo invisible, de manera que siempre vas con la cabeza muy alta, tanto, que hace siglos que tu mentón no acaricia tu pecho. La consecuencia que se deriva de todo esto es que no has podido percatarte de las piedras del camino, por lo que tus andares de princesa altiva te han llevado a terminar con las rodillas llenas de sangre y polvo, como las de una vulgar plebeya.


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